bell notificationshomepageloginedit profileclubsdmBox

Read Ebook: Los nueve libros de la Historia (1 de 2) by Herodotus BCE BCE Pou I Puigserver Bartomeu Translator

More about this book

Font size:

Background color:

Text color:

Add to tbrJar First Page Next Page Prev Page

Ebook has 541 lines and 170347 words, and 11 pages

Estos mismos lacedemonios se gobernaban en lo antiguo por las peores leyes de toda la Grecia, tanto en su administraci?n interior como en sus relaciones con los extranjeros, con quienes eran insociables; pero tuvieron la dicha de mudar sus instituciones por medio de Licurgo, el hombre m?s acreditado de todos los esparciatas, a quien, cuando fue a Delfos para consultar al or?culo, al punto mismo de entrar en el templo le dijo la Pitia:

A mi templo t? vienes, oh Licurgo, De Jove amado y de los otros dioses Que habitan los palacios del Olimpo. Dudo llamarte dios u hombre llamarte, Y en la perplejidad en que me veo, Como dios, oh Licurgo, te saludo.

?La Arcadia pides? Esto es demasiado. Concederla no puedo, porque en ella, De la dura bellota alimentados, Muchos existen que vedarlo intenten. Yo nada te la envidio: en lugar suyo Puedes pisar el suelo de Tegea, Y con soga medir su hermoso campo.

Despu?s que los lacedemonios oyeron la respuesta, sin meterse con los dem?s arcadios, emprendieron su expedici?n contra los de Tegea, y enga?ados con aquel or?culo doble y ambiguo, se apercibieron de grillos y sogas, como si en efecto hubiesen de cautivar a sus contrarios. Pero sucedioles al rev?s; porque perdida la batalla, los que de ellos quedaron cautivos, atados con las mismas prisiones de que ven?an provistos, fueron destinados a labrar los campos del enemigo. Los grillos que sirvieron entonces para los lacedemonios se conservan a?n en Tegea, colgados alrededor del templo de Atenea.

En un llano de Arcadia est? Tegea; All? dos vientos soplan impelidos Por una fuerza poderosa, y luego Hay golpe y contragolpe, y la dureza De los cuerpos se hiere mutuamente. All? del alma tierra en las entra?as Encontrar?s de Agamen?n al hijo; Llevarasle contigo, si a Tegea Con la victoria dominar pretendes.

O?da esta respuesta, continuaron los lacedemonios en sus pesquisas, sin poder hacer el descubrimiento que deseaban, hasta tanto que Licas, uno de aquellos esparciatas a quienes llaman benem?ritos, dio casualmente con la urna. Ll?manse benem?ritos aquellos cinco soldados que, siendo los m?s veteranos entre los de a caballo, cumplido su tiempo salen del servicio; si bien el primer a?o de su salida, para que no se entorpezcan con la ociosidad, se les env?a de un lugar a otro, unos ac? y otros all?.

Una partida de escitas pastores, con motivo de una sedici?n dom?stica, se refugi? al territorio de los medos en tiempo que reinaba Ciaxares, hijo de Fraortes y nieto de Deyoces. Este monarca los recibi? al principio benignamente y como a unos infelices que se acog?an a su protecci?n; y en prueba del aprecio que de ellos hac?a, les confi? ciertos mancebos para que aprendiesen su lengua y el manejo del arco. Pasado alg?n tiempo, como ellos fuesen a menudo a cazar, y siempre volviesen con alguna presa, un d?a quiso la mala suerte que no trajesen nada. Vueltos as? con las manos vac?as, Ciaxares, que no sab?a reportarse en los ?mpetus de la ira, los recibi? ?speramente y los llen? de insultos. Ellos, que no cre?an haber merecido semejante ultraje, determinaron vengarse de ?l, haciendo pedazos a uno de los j?venes sus disc?pulos; al cual, guisado del mismo modo que sol?an guisar la caza, se le dieron a comer a Ciaxares y a sus convidados, y al punto huyeron con toda diligencia a Sardes, ofreci?ndose al servicio de Aliates.

Luego que lleg? Creso al r?o Halis, pas? su ej?rcito por los puentes que, seg?n mi opini?n, all? mismo hab?a, a pesar de que los griegos refieren que fue Tales Milesio quien le facilit? el modo de pasarle, porque dicen que no sabiendo Creso c?mo har?a para que pasasen sus tropas a la otra parte del r?o, por no existir entonces los puentes que hay ahora, Tales, qu? se hallaba en el campo, le dio un expediente para que el r?o que corr?a a la siniestra del ej?rcito corriese tambi?n a la derecha. Dicen que por m?s arriba de los reales hizo abrir un cauce profundo, que en forma de semic?rculo cogiese al ej?rcito por las espaldas, y que as? extrajo una parte del agua, y volvi? a introducirla en el r?o por m?s abajo del campo, con lo cual, form?ndose dos corrientes, quedaron ambas igualmente vadeables; y aun quieren algunos que la madre antigua quedase del todo seca, con lo que yo no me conformo, porque entonces ?c?mo hubieran podido repasar el r?o cuando estuviesen de vuelta?

En efecto, lo mismo fue comenzar la pelea y oler los caballos el tufo, y ver la figura de los camellos, que retroceder al momento y dar en tierra con todas las esperanzas de Creso. Mas no por esto se acobardaron los lidios, ni dejaron de continuar la acci?n, porque conociendo lo que era, saltaron de sus caballos y se batieron a pie con los persas. Dur? por alg?n tiempo el choque, en que muchos de una y otra parte cayeron, hasta que los lidios, vueltas las espaldas, se vieron precisados a encerrarse dentro de los muros y sufrir el sitio que luego los persas pusieron a la plaza.

Hecho este convenio, se retiraron los ej?rcitos, y los soldados escogidos de una y otra parte trabaron la pelea, en la cual, como las fuerzas y sucesos fuesen iguales, de seiscientos hombres quedaron solamente tres; dos argivos, Alcenor y Cromio, y un lacedemonio, Otr?ades; y a?n estos quedaron vivos por haber sobrevenido la noche. Los dos argivos, como si en efecto hubiesen ya vencido, se fueron corriendo a Argos. Pero Otr?ades, el ?nico de los lacedemonios, habiendo despojado a los argivos muertos, y llevado los despojos y las armas al campo de los suyos, se qued? all? mismo guardando su puesto. Al otro d?a, sabida la cosa, se presentaron ambas naciones, pretendiendo cada cual haber sido la vencedora; diciendo la una que de los suyos eran m?s los vivos, y la otra que aquellos hab?an huido y que el ?nico suyo hab?a guardado su puesto y despojado a los enemigos muertos. Por ?ltimo, vinieron a las manos, y despu?s de haber perecido muchos de una y otra parte, se declar? la victoria por los lacedemonios. Entonces fue cuando los argivos, que antes por necesidad se dejaban crecer el pelo, se lo cortaron, y establecieron una ley llena de imprecaciones para que ning?n hombre lo dejase crecer en lo sucesivo, y ninguna mujer se adornase con oro hasta que hubiesen recobrado a Tirea. Los lacedemonios en despique publicaron otra para dejarse crecer el cabello, que antes llevaban corto. De Otr?ades se dice que, avergonzado de volver a Esparta quedando muertos todos sus compa?eros, se quit? la vida all? mismo en Tirea.

Oh Creso, rey de Lidia y muchos pueblos, No con ardor pretendas en tu casa, Necio, escuchar la voz del hijo amado. Mejor sin ella est?; porque si hablare, Comenzar?n entonces tus desdichas.

Cuando fue tomada la plaza, uno de los persas iba en seguimiento de Creso, a quien no conoc?a, con intenci?n de matarle; oprimido el rey con el peso de su desventura, no procuraba evitar su destino, import?ndole poco morir al filo del alfanje. Pero su hijo, viendo al persa en adem?n de descargar el golpe, lleno de agitaci?n hace un esfuerzo para hablar, y exclama: <>. Esta fue la primera vez que el mudo habl?, y despu?s conserv? la voz todo el tiempo de su vida.

Add to tbrJar First Page Next Page Prev Page

 

Back to top